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10/9/09

Si queremos salvar el planeta

Si queremos salvar el planeta, necesitamos congelar los biocombustibles por cinco años

Con la producción de combustible vegetal los automóviles pasan a competir con los seres humanos por alimentos. En esta competencia saldrán perdiendo los seres humanos... y el medio ambiente.



Antes era cuestión de buenas intenciones malogradas. Ahora es simplemente fraude. Los gobiernos que usan biocombustibles para hacer frente al calentamiento global saben que producen más daño que bien. Pero igual siguen adelante. En teoría, los combustibles derivados de plantas reducirían la cantidad de dióxido de carbono emitido por automóviles y camiones. En su proceso de crecimiento las plantas absorben carbono y este se vuelve a liberar cuando se quema el combustible. Al alentar a las empresas de combustibles a pasar de plantas fósiles a plantas vivas, los gobiernos de ambos lados del Atlántico aseguran estar “descarbonizando” nuestros sistemas de transporte.

La semana pasada, en la discusión del presupuesto, Gordon Brown anunció que extendería la desgravación impositiva a los biocombustibles hasta el año 2010. A partir del año que viene, todos los proveedores del Reino Unido deberán garantizar que el 2,5% del combustible que venden es derivado de plantas - si no lo hacen, deberán pagar una multa de 15 peniques por litro. La obligación sube a 5% en 2010. El gobierno espera que para el 2050 el 33% del combustible del Reino Unido provenga de cultivos. El mes pasado, George Bush anunció que multiplicaría por cinco la meta estadounidense de biocombustibles: para 2017 estarían representando el 24% de los combustibles de transporte del país.





Pero, ¿qué tienen de malo estos programas?



Sólo que son una fórmula para el desastre ambiental y humanitario. En 2004 advertí desde estas mismas páginas que los biocombustibles generarían una competencia por alimentos entre automóviles y seres humanos. Inevitablemente perderían los seres humanos: los que cuentan con suficientes medios para tener un automóvil son más ricos que los que están en riesgo de morirse de hambre. También llevaría a la destrucción de selvas tropicales y otros hábitats importantes. Recibí más insultos por esa nota que por cualquier otra que he escrito, con excepción de la nota en la que ataqué a los conspiradores del 11 de septiembre. Me dijeron que mis afirmaciones eran ridículas, absurdas e imposibles. Bueno, es cierto que en algo sí me equivoqué. Pensé que estos efectos no se materializarían por muchos años. Ya se están produciendo.

Desde principios del año pasado, el precio del maíz se duplicó. El precio del trigo también alcanzó su nivel más alto de los últimos 10 años, mientras que las existencias mundiales de ambos cereales alcanzaron sus niveles más bajos de los últimos 25 años. Ya se han producido disturbios por alimentos en México y se informa que las poblaciones pobres de todo el mundo ya están sintiendo la escasez. El Departamento de Agricultura de EE.UU advierte que “si sufriéramos una sequía o una cosecha muy mala, podríamos estar ante una volatilidad como la que tuvimos en la década de 1970 y si no sucede este año, igual pronosticamos existencias menores para el año que viene”. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, la causa principal es la demanda de etanol: el alcohol usado como combustible para motores, que puede ser derivado de maíz o de trigo.

Los agricultores responderán a la suba de precios expandiendo sus cultivos, pero no está claro si podrán superar la demanda explosiva de biocombustibles. Aun si logran hacerlo, sólo podrán alcanzar la demanda cultivando tierras vírgenes.

Ya sabemos que los biocombustibles son más nocivos para el planeta que el petróleo. Naciones Unidas acaba de publicar un informe que indica que el 98% de las selvas tropicales naturales de Indonesia estarán degradadas o habrán desaparecido para 2022. Hace sólo cinco años, esos mismos organismos habían pronosticado que esto no sucedería hasta 2032. Pero no habían tenido en cuenta los cultivos de palma aceitera para la producción de biodiesel destinado al mercado europeo. Esta es actualmente la principal causa de deforestación en esa región y es probable que pronto sea responsable de la extinción de los orangutanes salvajes.

Pero se pone aun peor. Cuando se queman las selvas, tanto los árboles como la turba sobre la que yacen los árboles se transforman en dióxido de carbono. Un informe de la consultora holandesa Delft Hydraulics revela que por cada tonelada de palma aceitera se producen 33 toneladas de emisiones de dióxido de carbono, es decir, 10 veces lo que produce el petróleo. Ese es un dato que conviene repetir: El biodiesel derivado de la palma aceitera tiene un efecto de cambio climático 10 veces mayor que el diesel común.

En todas partes del mundo hay impactos similares. Los productores de caña de azúcar están avanzando sobre terrenos de matorrales que constituyen hábitats singulares en Brasil (el cerrado) y los agricultores de soja están arrasando las selvas amazónicas. En vistas del acuerdo de biocombustibles celebrado entre los Presidentes Bush y Lula, es probable que esto empeore aun más. Los pueblos indígenas de Sudamérica, Asia y África están empezando a protestar contra las incursiones de cultivadores de combustibles en sus tierras. Un grupo llamado biofuelwatch lanzó una petición suplicándoles a los gobiernos occidentales que se detuvieran. Activistas de 250 grupos ya han firmado la petición.

El gobierno británico es muy consciente de que existe un problema. El año pasado en este blog, el Secretario de Medio Ambiente, David Miliband, señaló que los cultivos de palma aceitera “están destruyendo por año un 0,7% de la selva tropical malasia, reduciendo un recurso natural vital (y a la vez destruyendo el hábitat natural del orangután). Está todo conectado”. A diferencia de la política del gobierno.

El motivo por el cual los gobiernos están tan entusiasmados con los biocombustibles es que no molestan a los conductores. Aparentemente reducen la cantidad de carbono que emiten sus autos, sin requerir nuevos impuestos. Es una ilusión sustentada en el hecho de que sólo las emisiones domésticas cuentan en el cálculo de nuestro total nacional. El desmonte en Malasia no aumenta ni en un gramo nuestro impacto oficial.

En febrero la Comisión Europea tuvo que decidir entre uso eficiente de los combustibles y biocombustibles. Tenía previsto decirle a las compañías de automóviles que la emisión promedio de carbono de automóviles nuevos en 2012 debía ser de 120 gramos por kilómetro. Luego de una fuerte campaña de presión ejercida por Angela Merkel en nombre de sus fabricantes de automóviles, la CE cedió y aumentó el límite a 130 gramos. Anunció que compensaría la diferencia aumentando la contribución de biocombustibles.

El gobierno británico afirma que “le requerirá a los proveedores de combustibles para transporte que informen el nivel de ahorro de carbono y sostenibilidad de los biocombustibles que proveen”. Pero no les exigirá que hagan algo al respecto. No puede: sus consultores ya han demostrado que si trata de imponer normas ambientales más amplias en materia de biocombustibles, irá en contra de las reglas de comercio mundial. Y hasta los biocombustibles “sostenibles” ocupan el lugar de otros cultivos actuales, desplazándolos a nuevos hábitats. Se cree que en el futuro habrá una “segunda generación” de biocombustibles, producidos a partir de paja, pasto o madera. Pero todavía existen obstáculos técnicos muy importantes. Para cuando estén prontos los nuevos combustibles, el daño ya estará hecho.

Necesitamos aplicar una moratoria sobre todas las metas e incentivos para biocombustibles, hasta que pueda producirse una segunda generación de combustibles a un costo menor de lo que cuesta producir combustible de palma aceitera o caña de azúcar. Incluso cuando tengamos esa segunda generación, deberán fijarse metas bajas y sólo aumentarlas con prudencia. Sugiero una congelación de cinco años.

Esto requerirá una campaña enorme, más dura que la que ayudó a obtener la congelación de cinco años para el cultivo de transgénicos en el Reino Unido. Ese fue un logro importante, los cultivos transgénicos dan a las grandes compañías un control sin precedentes sobre la cadena alimenticia. Pero la mayoría de sus efectos son indirectos, mientras que la devastación causada por los biocombustibles es inmediata y ya es visible.

Esto hace más difícil detener este proceso: alentados por la política del gobierno, agricultores y compañías químicas están realizando grandes inversiones. Frenarlos requerirá una formidable batalla. Pero es una batalla que igual tenemos que dar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece una información muy interesante

sergio schenone dijo...

si es verdad

Anónimo dijo...

a mi tambien me parecio interesante por que habla como podemos salvar al mundo de l peligro que lo ataca

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